GOV IS… public interest: La corrupción y los límites de la democracia – Timothy K. Kuhner

Trump, junto con otros líderes populistas y autoritarios, supone un paso más hacia la caída de la democracia liberal. Esto lo sabemos casi todos, pero ¿a qué se debe esta ola populista? y ¿hacia dónde nos está llevando? Estas preguntas no son tan fáciles de contestar. Los expertos hablan de la inseguridad económica y de la reacción cultural (cultural backlash) como causas principales de la ola populista, pero yo diría que la parte económica y la parte cultural no están en la raíz del problema, sino que son el tronco. Las ramas son el populismo. El tronco es la inseguridad económica y la sobrerreacción cultural. Pero las raíces son políticas, no culturales ni económicas. Thomas Piketty, que ha traído a primer plano el tema de la creciente desigualdad económica, nos advierte que el nivel de concentración de riqueza y la correspondiente inseguridad económica no son naturales, ni mucho menos inevitables. Son, más bien, una consecuencia de leyes y políticas que sirven para concentrar la riqueza y fortalecer la corrupción. En un mundo dominado por una parte por el neoliberalismo, por otra por la corrupción, y en tercer lugar por gobiernos autoritarios, no es de extrañar que haya un nivel radical de desigualdad económica. Y en un mundo con semejante inseguridad y precariedad, no es de extrañar que la gente sea vulnerable al mensaje del populismo iliberal: que los imigrantes tienen la culpa, que las minorías tienen la culpa, que los muslumanes tienen la culpa, que el comercio internacional tiene la culpa, etc.

Pero en realidad, son los gobiernos que no respetan el interés público ni la soberanía popular quienes tienen la culpa. Ellos forman las instituciones globales y pactan sobre el comercio global. Ellos reducen el presupuesto social y favorecen la privatización de los recursos públicos. Y ellos, o más bien los partidos políticos, son los que establecen cleptocracias, plutocracias y partitocracias, sus pequeños feudos, aristocracias y oligarquías, por todo el planeta. En base a la frustración y alienación política que esto genera, las leyes y políticas al servicio de las élites, y en base a la inseguridad económica y la reacción cultural que surge después, la demanda electoral impulsando el populismo no es difícil de entender. Pero la respuesta no está en el programa iliberal y autoritario de los populismos de hoy en día. Con el racismo, la xenofobia, y el abuso del rule of law, solo avanzamos más rápidamente hacia la destrucción, hacia el fin del progreso que se ha realizado desde la ilustración, hacia otra edad oscura.

Hace más de dos mil años, los ciudadanos de Atenas y Roma sabían algo que hoy en día ignoramos: la corrupción es una amenaza mortal. En ese entonces se hablaba de la virtud cívica y se esperaba de los líderes, tanto como de los ciudadanos, una dedicación al bien común aun si esa dedicación suponía algún coste para sus intereses particulares. Platón se mostró seriamente preocupado por los que aceptaban sobornos y amaban el dinero, y para Aristóteles, el tirano era el que descartaba el interés público excepto cuando ese mismo era conveniente para sus metas personales. En ese entonces, hace miles de años, se usaba la palabra “oligarquía”, palabra que hoy en día suena puramente académica, igual que otras palabras como tirano y plutocracia. Pero, a pesar del valor otorgado a esos conceptos relacionados con la corrupción, el periodo clásico pronto llegó a su fin. Los Romanos triunfaron sobre los Griegos y la corrupción triunfó sobre los Romanos. El imperio romano cayó una vez que la democracia fue privatizada y el interés económico jugaba un papel plenamente superior al interés común y la virtud cívica. Pero eso fue solamente el principio. Una vez institucionalizada y una vez alcanzado cierto punto, la corrupción inició un proceso de transformación que llevó no solamente al final del periódo clásico sino también al principio de las edades oscuras. La historia nos enseña que la corrupción no es solo un final, sino un principio, ambos abarcados por la palabra transformación.

Para acabar con la demanda social por el populismo suicida de hoy en día, habría que diseñar otra oferta electoral que satisficiese los intereses y necesidades que hay detrás de la demanda popular. La verdadera respuesta a la desigualdad en el campo político, la desigualdad e inseguridad en la esfera económica, y la trágica reacción cultural que éstos generan es una política que atienda a las causas. Ésta sería una política anti-corrupción, una política que reconstruiría el estado para tomar en serio el auto-gobierno enfocado en el interés público y defenderlo de la tirania del interés privado. Las bases de esta política consistirían en aumentar la igualdad política y la igualdad económica a traves de una reforma electoral en contra de las plutocracias y las partitocracias, una reforma anti-corrupción, una reforma social en materia de educación, salud, transporte, y medio ambiente, y una reforma económica para acabar con el crony capitalism y la teología del libre mercado–todo en busca de una democracia social o al menos liberal de verdad, no neoliberal, ni iliberal y autoritaria.

La ola populista demuestra que la democracia puede caer y desaparecer otra vez. De ese proceso somos testigos hoy en día. Más vale que atendamos a las causas en vez de acelerar el descenso a la oscuridad.

Timothy K. Kuhner
Professor visitant a la Facultat de Dret de la Universitat de Barcelona

4 respostes a “GOV IS… public interest: La corrupción y los límites de la democracia – Timothy K. Kuhner

  1. Estic una mica oxidat. El meu cervell no funciona gaire bé. Però tot plegat el que crec entendre em sona a grec. O millor dit a les ombres de la caverna de Plató. Torno a reiterar, no és l’escrit, soc jo. No ets tu, soc jo que no estic a la teva alçada….

  2. Exacte. I a Catalunya el populisme i la xenofòbia també ens governaran a partir d’ara? Des de Barcelona o des de Berlin?

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