Lo que a los ciudadanos nos gustaría que nos contara la Administración pública, respecto de la evolución de la pandemia – José Luis Iparraguirre

Llevamos una temporada acostumbrados a que se nos bombardee con conceptos tales como doblar la curva, cambio de tendencia, vencer al virus. Hasta ahora esta visión animalista de la geometría nos llegaba desde la cotización de los valores de bolsa y el comportamiento de los índices asociados. “Se ha comportado bien el Ibex”…”el valor se ha resguardado en los 3.500…”.

Este modo de comunicar se basa en el uso de la estadística para transmitir el mensaje que el comunicante desea, validando su mensaje con el contraste de los datos. Ahora bien, la estadística ofrece dos escenarios bien diferentes de análisis de los datos y, lo que es más relevante, de comunicación del significado de los mismos. La estadística descriptiva, basada en contarnos lo que los datos dicen, con una visión “forense” de los mismos. Algo así como aquella anécdota de que los americanos acudían a los estadios con un transistor, para que alguien les contara lo que estaban viendo y, la estadística inferencial, basada en extrapolar el comportamiento de una muestra, para describir el comportamiento de la totalidad de la población.

Por hacer un símil de interpretación sencilla, la estadística descriptiva sería algo así como conducir un coche, únicamente mirando por el espejo retrovisor, que nos diría con precisión milimétrica, todo lo que ha pasado hasta ese momento, frente a la opción de conducir un Tesla, con un sistema de ayuda a la conducción, que nos guiará en las reacciones que debiéramos de tener basándose en el perfil de la carretera, la información del tráfico y los datos ofrecidos por los sensores del coche en movimiento.

La información que nos ha ofrecido la Administración pública, en todo momento ha sido una visión fedataria del número de infectados, conocidos, y, más tristemente, del número de fallecidos.

Partiendo de la base de que el objetivo de las entidades relacionadas con la salud pública es que no haya ningún fallecido por causa, bien directa, bien indirecta, del COVID 19, ¿qué debieran pensar, que seguro que lo hacen, pero, qué debieran contarnos, para tratarnos como ciudadanos adultos?

El objetivo a conseguir, cero fallecidos, estará determinado por un conjunto de objetivos intermedios que permitirán a los profesionales de la salud ofrecer sus servicios en condiciones ideales, determinados por la ocupación de los hospitales, la ocupación de las UVIs y el número de infectados.

La visión comunicada del número de infectados ha sido pueril, algo así como la del chiste de Gila “aquí alguien ha matado a alguien”, que contaba el policía que descubría el cadáver ensangrentado. Sólo nos cuentan el número de casos conocidos, que sería como interpretar que un iceberg está formado únicamente por la parte visible del mismo. Algo de eso debió de pensar el capitán del Titanic al aproximarse a uno de ellos, sin embargo, el ochenta y nueve por ciento del mismo está sumergido.

Los ciudadanos hubiéramos esperado una comunicación más proactiva, ¿o es que en campaña electoral nos cuentan los medios los resultados de las elecciones anteriores, o, por le contrario, enfocan los mensajes en los resultados de las encuestas y, en la comparación de las mismas, con los resultados previos?

Es un derecho del ciudadano estar informado de aquellos aspectos que afectan a su “modus vivendi” y, en este caso, a su salud, de ahí que las administraciones debieran reaccionar y mejorar su capacidad de comunicar, de manera clara y concisa la evolución de los datos, pero en el mismo lote, debiéramos de recibir información sobre las previsiones utilizadas, no a partir de la parte visible de la pandemia, sino de lo que los datos son capaces de decirnos sobre el alcance real de la misma y sobre el impacto de cada una de las acciones consideradas.

La determinación de la gravedad de la situación será en función del número de casos escalados hasta la hospitalización y, dentro de éstos, de aquellos casos en los que la gravedad del cuadro lleva al paciente a la UVI y, en los casos más desgraciados, provoca su muerte.

Cualesquiera de los aspectos anteriores, son objetivos predefinidos, pero en ningún momento son variables de decisión, ni mucho menos, aspectos controlables de la pandemia, ya que dichas cifras, cuando son conocidas solo conllevan la necesidad de acción, no de prevención.

Nadie nos ha contado cuál es la previsión de contagiados latentes en la población, que serían aquellos, bien asintomáticos, bien larvados, que estando contagiados no son recogidos en datos de hospitalización, ni la relación entre esa previsión de contagiados y los casos que terminan en los hospitales, ni cuál ha de ser la previsión de reservas de camas hospitalarias y de UVI para que la cifra de contagiados latentes pueda ser asumida por la sanidad pública.

La modelización de las variables anteriores permitiría, día a día, ofrecer información al ciudadano sobre lo que realmente está sucediendo y sobre el alcance del problema que afrontamos.

¿Qué variables podrían ser utilizadas para el control de la situación? Desgraciadamente, pocas son las variables sobre las que pueda actuar la Administración para mitigar el impacto de la pandemia. A fecha de hoy, las vacunas no son más que experimentos en el seno de las farmacéuticas, los fármacos y sus respectivas efectividades, son también desconocidos. Solo queda actuar sobre la distancia social, con el impacto que la misma conlleva, tanto en el equilibrio emocional de la población, como en la economía, con lo que el uso de la misma, no debiera ser arbitrario.

¿Qué esperaríamos de la Administración pública? Simplemente que hubiera analizado con un conjunto de variables de situación global de la población, a partir de los datos obtenidos en los análisis PCR, en las hospitalizaciones y en la evolución de los enfermos hospitalizados.

Que haya creado modelos de predicción que le ofrezcan datos sobre el impacto de las distintas variables medibles, en el objetivo de cero fallecidos y que analice el impacto de las medidas de aislamiento y distancia social en dichos resultados, de suerte que, como conclusión de las comunicaciones de los hechos diarios, nos ofrezcan las previsiones en el futuro próximo, para así tranquilizar a la ciudadanía, mostrando un escenario incierto, pero analizado a priori. Por más que en ocasiones las previsiones no se cumplan, ¿no esperamos hasta el final de los noticiarios, para escuchar la previsión meteorológica?

Los ciudadanos esperamos comunicación sobre lo sucedido, pero también las previsiones sobre lo que podemos esperar, sobre nuestra responsabilidad en cada una de nuestras acciones y el impacto de las mismas en nuestra salud y en la de los que nos rodean, pero no con una visión apocalíptica, ni simplista, que de ambas nos ha tocado degustar. Esperamos mensajes del tipo:

· Hoy se han censado 300 nuevos casos, lo que nos hace prever que hay 1.800 nuevos infectados.

· Los 300 nuevos casos resultarán 40 ingresos y en 3 pacientes nuevos en la UVI, pero dado el impacto de los infectados latentes, en los próximos 3 días esperamos 30 ingresos adicionales y 1 caso más en la UVI.

· Con este ritmo, debemos de tomar acciones drásticas ya que, de lo contrario, en 3 semanas, el Servicio de Salud estará al 85% y es el límite que podemos asumir para poder seguir ofreciendo el servicio comprometido con la ciudadanía.

· Las medidas de aislamiento durarán 2 semanas, a menos que el numero de ingresos por día supere los 55, en cuyo caso deberemos tomar medidas de 4 semanas de duración.

De esta manera, el compromiso del ciudadano con las medidas definidas se incrementaría exponencialmente, dado que vería el impacto de sus acciones en la evolución de los índices de la pandemia, frente a la presentación de los datos globales por Comunidad Autónoma. Y, en esta última etapa, normalizando las variables, dividiendo dichos datos absolutos por la población de la misma, ofreciendo ratios que no siempre clarifican el impacto de la pandemia, dado que no aparece en ninguno de ellos el peso de la atención primaria en la zona de influencia.

En plena segunda oleada de la pandemia, ofrezcamos al ciudadano información veraz y hagámosle parte de las políticas de prevención, para evitar que informaciones simplistas y malintencionadas tergiversen el estado de opinión de la población. Conduzcamos con ayuda del estado del tráfico y de los sensores de nuestro automóvil. No esperemos a guiar nuestro vehículo únicamente con la información que nos da el espejo retrovisor.

 

José Luis Iparraguirre
Director General
IAL Software Engineering, S.A.

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